GEOMORFOLOGIA DE LA PROVINCIA DE MENDOZA

15.08.2014 19:55

 

https://www.um.edu.ar/es/contenido/faud/pdf/1990-Ensayo_sobre_Morfologa.pdf

GEOMORFOLOGIA DE LA PROVINCIA DE MENDOZA

 

 

INTRODUCCION

La geomorfología proporciona una descripción explicativa y un inventario detallado de su dominio: la zona de interfase entre la litósfera y la atmósfera. El estudio de las geoformas y de los procesos morfogenéticos y morfodinámicos, fuertemente influenciados por la biosfera y las actividades humanas, supone el entendimiento de los flujos de materia y energía que se encuentran en la base de la dinámica ambiental.

El estudio de estos flujos, elemento indispensable de las investigaciones geomorfológicas no es de su incumbencia exclusiva. La acción antrópica se ha convertido en la gran modificadora de la dinámica ambiental y exige un enfoque interdisciplinario, única actitud posible para entender la complejidad de las relaciones causa - efecto y para resolver la contradicción entre la unidad de los fenómenos naturales y los antrópicos y nuestra división artificial entre disciplinas. Se convierte así la Geomorfología en el nexo indispensable para entender la relación entre los fenómenos estudiados por las ciencias de la tierra y las ciencias de la vida, situándose en el punto de partida de los inventarios de los recursos naturales y en la base del conocimiento de la relación entre los sistemas naturales y los culturales.

El relieve es un factor de caracterización ambiental relevante en Mendoza ya que condiciona fuertemente las posibilidades de uso del territorio: por una parte, presenta una gran heterogeneidad y, por otra, de los aproximadamente 150.000 km2 del territorio provincial; más del 50% se encuentra por sobre los 1000 metros sobre el nivel mar. A esto debe sumarse las condiciones climáticas rigurosas de aridez y semiaridez, que limitan la edafogénesis.

Las condiciones naturales articuladas por el relieve son el punto de partida de un ordenamiento territorial orientado al desarrollo sustentable. La base de este proceso es, entonces, la identificación de las grandes unidades del relieve y los procesos que las dinamizan y modifican.

Con el objeto de contribuir a lograr estas metas en el conocimiento de la Provincia de Mendoza, se ha realizado el Mapa Geomorfológico, inicialmente construido a escala 1:500.000. Se ha puesto especial énfasis en la delimitación de las grandes unidades morfoestructurales que agrupan las distintas geoformas y procesos morfodinámicos para obtener de este modo una base confiable donde, a través de la clasificación biogeográfica y de uso del suelo se logre la identificación de las distintas unidades ambientales que guiarán el ordenamiento ambiental del territorio provincial. De este modo el mapa geomorfológico se convierte en la representación óptima de los fenómenos geomorfológicos y de su relación y ensamble con el resto de los componentes del paisaje.

 

ANTECEDENTES, APORTES Y METODOLOGÍA UTILIZADA

 

Los estudios geológicos de la Provincia de Mendoza han avanzado considerablemente en los últimos años, no así los geomorfológicos. Hay relevamientos geológicos de casi toda el área montañosa en escalas de semidetalle y detalle cuando son de interés minero. No sucede lo mismo con las zonas de piedemonte y llanuras, que muchas veces ni siquiera cuentan con cartas topográficas. Muchos de los estudios realizados permanecen inéditos. La Provincia de Mendoza cuenta con bosquejos geomorfológicos de carácter general a nivel regional (Capitanelli, 1967, Duffar, 1984) y un mapa geomorfológico de reciente aparición (González Díaz y Fauqué, 1993). Los dos primeros trabajos son eminentemente fisiográficos y el tercero pone gran énfasis en la morfoestructura.

Sobre estas bases y el desarrollo de investigaciones propias y de otros autores, se ha avanzado en la delimitación de las unidades geomorfológicas del área del proyecto, su morfografía, materiales de base y procesos del modelado, para obtener una interpretación dinámica de la estructura y el funcionamiento del paisaje. Para ello han sido de gran valor los trabajos mencionados y sobre todo estudios específicos como los de Polansky (1954, 1955, 1963); González Díaz (1964; 1970), Regairáz (1979), Regairáz y Zambrano (1991), Garleff (1975, 1977 a, 1977 b); Stingl y Garleff (1985).

La presente contribución progresa en la sistematización de los contenidos del mapa y de su leyenda, relacionando morfoestructuras con unidades y subunidades del relieve y profundizando en los aportes de los procesos geomorfológicos, tanto endógenos como exógenos para caracterizar las unidades. Se ha utilizado como base metodológica los trabajos de la GMK (Comisión Alemana para el Mapeo Geomorfológico Complejo). Sobre todo los aportes sobre GMK 100 y GMK 25, (Metodologías para mapas geomorfológicos complejos 1:100.000 y 1:25.000), con las modificaciones lógicas y necesarias para adaptarlos a la escala 1:500.000. Esta metodología busca organizar el contenido del mapa en "estratos" de información, como un verdadero sistema de montaje para la representación gráfica. De este modo se separa el relieve, en el marco de los límites fijados por la escala, en áreas uniformes en cuanto a su pendiente, morfografía, granulometría o características petrográficas de los materiales superficiales o rocas aflorantes, procesos morfodinámicos actuales, información hidrográfica, unidades estructurales y procesos morfogenéticos (informaciones morfocronológicas).

El mapa geomorfológico de Mendoza realizado como un aporte original para este proyecto contribuye a obtener una visión general y de síntesis del relieve provincial, relacionando formas medias y de grandes dimensiones y avanzando en su relación con los procesos morfodinámicos. Esta aparente simplificación del relieve mantiene su consistencia en el análisis particular de cada geoforma conservando un análisis de detalle importante para la escala de representación.

La combinación de todos los estratos de información analizados conduce a una alta densidad de datos sobre un espacio reducido, dificultando la expresión gráfica y la legibilidad. Considerando que el mapeo original se realizó a escala 1:250.000, determinada por las cartas geológicas publicadas, las imágenes satelitarias y fotografías aéreas disponibles y el volcado directo de la información obtenida en el relevamiento y control de campo, se organizó la representación gráfica en el mapa priorizando las grandes unidades morfoestructurales (color-trama de fondo), las unidades del relieve y subunidades hasta geoformas (morfografía), las informaciones hidrográficas y de infraestructura y toponimia. Los resultados sobre morfogénesis, morfocronología y procesos dominantes por geoforma se estructuraron en una extensa leyenda, donde se relacionan todos los niveles de información del mapa.

 

GRANDES REGIONES GEOBIOCLIMÁTICAS

 

En la base de la clasificación de regiones naturales se encuentra la combinación de los rasgos geomorfológicos, climáticos, edáficos y bióticos. De este modo se diferencian unidades homogéneas, geobioclimáticas, con diferentes posibilidades desde el punto de vista de los asentamientos humanos y las actividades productivas.

Considerando los grandes dominios morfoclimáticos y biogeográficos de la provincia, se puede articular el territorio en tres unidades bien diferenciadas, cada una de ellas dividida en subunidades de menor jerarquía, determinadas estas últimas fundamentalmente por las variaciones del relieve:

1. Las montañas en el oeste. 
2. Las planicies y depresiones en el centro y este. 
3. Las mesetas y volcanes de la Payunia o ambiente de la Patagonia mendocina, penetrando como una cuña en el sur.

El sector definido como montañas y Payunia, en el oeste y el sur, bajo la acción del anticiclón del Pacífico, coincide con las Provincias Fitogeográficas Andina y Patagónica. Las planicies centrales y orientales están condicionadas climáticamente por la influencia del anticiclón del Atlántico y desde el punto de vista fitogeográfico corresponden a la Provincia del Monte (Roig, F., 1972).

Interesa destacar, por otra parte, los procesos morfodinámicos y morfogenéticos que están modelando estas estructuras: por una parte los que están más influenciados por factores exógenos (climáticos): erosión hídrica, eólica, escurrimiento, geocriogénesis (acción del hielo) y los que están determinados por factores endógenos (tectónica, vulcanismo). Estos últimos determinan riesgos naturales tan importantes como el riesgo sísmico y volcánico, mientras que los primeros son relevantes en los riesgos de degradación de suelos y desertificación.

 

CARACTERIZACIÓN GEOMORFOLOGICA

 

La caracterización geomorfológica de la provincia de Mendoza se basa en la clasificación general de unidades de relieve (González Díaz y Fauqué, 1993; Abraham, 1996).

Claramente diferenciado de oeste a este, el paisaje mendocino se integra por una serie de relieves positivos: las montañas y serranías occidentales y las planicies, llanuras y depresiones del área central y oriental. Al primer grupo, en coincidencia con la clasificación de Gonzalez Diaz y Fauqué (1993), agregamos el complejo relieve volcánico de la Payunia, en el sur de la Provincia.

El mapa geomorfológico se ha clasificado sobre la base de las grandes unidades morfoestructurales (Gonzalez Díaz y Fauqué, 1993), que contienen y organizan las unidades y subunidades geomorfológicas, vinculadas a las áreas de procesos dominantes (endógenos y exógenos). De este modo se puede apreciar rápidamente la organización del conjunto de las formas del relieve y su dinámica. Se han marcado además los datos estructurales más significativos, así como los datos hidrográficos, de infraestructura, localidades cotas y topónimos que pueden ayudar a la localización.

Las unidades morfoestructurales están representadas por la Cordillera Principal, Cordillera Frontal, Precordillera o Sierra de Uspallata, Macizo o Bloque de San Rafael, Región Volcánica de la Payunia o Patagonia Mendocina, Cerrilladas Pedemontanas y Huayquerías, Gran Depresión Central o "de los Huarpes" y Llanura oriental fluvio-eólica o "de La Travesía".

 

CLASIFICACION GENERAL DE UNIDADES DEL RELIEVE

 

1. MONTAÑAS 

1.1.Altas: 

1.1.1. Cordillera Principal 
1.1.2. Cordillera Frontal 
Andes glaciarios (Geoformas asociadas a procesos glaciales-glacifluviales y de remoción en masa) 
Arco volcánico andino 
Plutones de Cordillera 
Relieve kárstico residual 
Valles y depósitos glaci-fluviales

1.2. Medias: 

1.2.1. Precordillera o Sierra de Uspallata 
1.2.2. Macizo de San Rafael 
1.2.2.1. Peneplanicie exhumada 
1.2.2.2. Ambiente de vulcanitas neopaleozoicas 
1.2.3. Ambiente volcánico de la Payunia o Patagonia mendocina 
1.2.3.1. Peniplanicie con coladas lávicas y volcanes aislados 
1.2.3.2. Macizos volcánicos y mesetas basálticas 
1.2.3.2.1. Campo volcánico de Llancanelo-Cerro Nevado 
1.2.3.2.2. Campo volcánico del Payún 
1.2.4. Relieve prebasáltico (Sierras de Cara Cura y Reyes y Huayquerías del Colorado)

1.3. Bajas: 

1.3.1. Cerrilladas pedemontanas y huayquerías (bad-lands) 
Serranías heterogéneas: relieve múltiple de sierras, lomas, pedimentos, crestas, cuestas y bad-lands. 
1.3.2. Mesetas pleistocenas del Guadal y de Los Ramblones

2. PLANICIES 

2.1. Agradacionales pedemontanas 
2.1.1. cordilleranas 
2.1.2. serranas 

2.2. Llanura oriental fluvio eólica 
2.2.1. Aluvial 
2.2.1.2. "oasis" del norte y centro de Mendoza, con altas modificaciones antrópicas 
2.2.2. Fluvio-lacustre posglacial 
2.2.2.1. Del Rosario-Guanacache y Desaguadero-Salado 
2.2.2.2. De los Bañados del Atuel 
2.2.3. Fluvio eólica posglacial 
2.2.3.1. De la Travesía, con médanos vivos y paleocauces 
2.2.3.2. Chaco-pampeana, suavemente ondulada, con médanos fijos

3. DEPRESIONES 

3.1. Gran Depresión Central o "de los Huarpes" 
3.1.1. Del Norte o del Mendoza-Tulumaya (Valle de Huentata) 
3.1.2. Del Valle de Uco o Graben de Tunuyán 
3.1.3. Bolsón de la Salina y Laguna de Llancanelo 

3.2. Depresiones intermontanas 
3.2.1. Valle longitudinal de Uspallata 
3.2.2. Altiplanicies "pampas" de la Precordillera y valles intermontanos menores 
3.2.3. Valles fluviales (Depósitos glacifluviales y aluvio actual)

 

LAS MONTAÑAS

 

Se debe considerar dos grandes conjuntos: los Andes y la Precordillera y el Macizo de San Rafael. A éstos cabe agregar uno más restringido y de menor jerarquía, las Cerrilladas y Huayquerías pedemontanas.

Los altos Andes presentan dos subunidades orográficas: la Cordillera Principal y la Cordillera Frontal, formadas por eslabonamientos de cordones paralelos y soldados entre sí.

En la presente clasificación (ver Leyenda mapa) aparecen geoformas asociadas a procesos geomorfológicos comunes a ambas unidades, tales como las relacionadas a los Andes glaciarios, valles y depósitos glacifluviales y Plutones de Cordillera. Por otra parte, se ha hecho un esfuerzo por diferenciar aquellas subunidades que aparecen y caracterizan específicamente a alguna de las dos Cordilleras. Sería este el caso del denominado "Arco volcánico andino" y el "Relieve kárstico residual", ambos en la Cordillera Principal.

 

La Cordillera Principal, Occidental o del Límite

 

Como Cordillera Principal se define al sector cordillerano de mayores alturas relativas sobre el nivel del mar en América (Yrigoyen, 1979). Supera los 6.000 m s.n.m., alcanzando en el Cº Aconcagua (6.959 m s.n.m.) su máxima expresión. Como bien lo define Yrigoyen: macizo andino de sedimentitas jurásicas y cretácicas, un irregular relleno intermontano cenozoico y una amplia gama de formaciones ígneas intrusivas y efusivas, conforman una región de elevados cordones montañosos que sirven como límite político y geográfico a partir de sus divisorias entre las naciones argentina y chilena.

Ocupa el sector occidental del área de estudio, conformando una delgada y alargada faja de orientación meridiana de relieve montañoso elevado con alturas crecientes hacia el norte. Las serranías del sector son elongadas, en general de corta extensión, y se encuentran cortadas por la red de drenaje principal y afluentes, que en general tienen rumbo transversal a las estructuras.

Resultado de la orogenia andina (sedimentos marinos mesozoicos plegados y fracturados durante el Terciario), hasta el río Diamante es muy elevada y angosta (no más de 25 km de ancho). Desde este río hacia el sur se ensancha (entre 50 y 70 km) y su altura disminuye.

El aspecto geomórfico de la Cordillera Principal, sería la consecuencia de un solo ciclo erosivo de edad pleistocena relacionado con el ascenso general neotectónico, que ha provocado un ciclo de rejuvenecimiento.

Los diversos ciclos del englazamiento pleistoceno imprimen un particular modelado tanto a la Cordillera Principal como a la Frontal. Por esto, en el mapa geomorfológico se han marcado -con la ayuda de imágenes satelitarias y fotos aéreas- las cumbres principales, los glaciares descubiertos y campos de nieve perenne y los depósitos glaciares (till, morenas, termokarst, glaciares de rocas, valles glaciales, área de influencia de aludes, deslizamientos y avalanchas). Otra geoforma importante que se ha destacado son los valles y depósitos glacifluviales y las depresiones intermontanas menores, por su gran importancia en cualquier propuesta de ordenamiento y uso del suelo.

La Provincia geológica de Cordillera Principal (Yrigoyen, 1979) se subdivide estructuralmente en dos subzonas: Faja Plegada y Corrida del Aconcagua al norte y de Malargüe al sur, cada una de ellas con sus características particulares. (Kozlowski et al, 1993). En la mitad norte domina el cuadro de corrimientos y de fracturación intensa. A medida que se avanza hacia el sur, éste pasa a un cuadro de plegamiento más armónico, con fracturación subordinada. La mitad norte de la unidad tiene límites definidos. En el sur, por el contrario, resulta altamente difícil decidir sus límites con la región extrandina. De acuerdo con otros autores, faltan argumentos orográfico-estratigráficos y estructuralmente se pasa en suave transición a ambientes geológicos diferentes. Cualquier delimitación que se adopte será subjetiva y por ende susceptible de modificaciones. En la presente clasificación se ha optado, en este sector, por reducir hacia el oeste el ámbito de Cordillera, privilegiando la definición de una subunidad no suficientemente estudiada con anterioridad como es el piedemonte andino. Por este motivo, en el extremo sur, aparece bien definida esta unidad sobre el occidente de la combadura sinclinal por la que discurre el río grande inferior (Mechanquil, Ranquil del N y Bajo Barrancas). Hacia el este, en ambiente de Payunia, aparece nuevamente la Cordillera Principal en las Sierras de Cara Cura y Reyes, con relieve kárstico residual.

La Cordillera Principal está coronada por altos volcanes del Terciario superior (Neógeno) y del Cuaternario que funcionan como condensadores de nieve y reservorios de glaciares. Luego de la última orogenia, ya en el Cuaternario, entre los avances glaciarios se intercalan efusiones andesíticas y basálticas, más frecuentes al sur del Cerro Tupungato, responsables de la edificación de imponentes conos compuestos y estrato volcanes que se alinean en una faja paralela al límite internacional. Son éstas geoformas asociadas a procesos endógenos, cuya manifestación más importante es el denominado "Arco Volcánico Andino" (Ramos y Nullo, 1993), donde aparecen vulcanitas efusivas y rocas asociadas (volcanismo andesítico), desde paleovolcanes miocenos (como el Aconcagua, Ramos 1993), hasta volcanes del Cuaternario y especialmente volcanes activos (como el Tupungatito, San José, Peteroa), campos lávicos y piroclásticos.

Las manifestaciones más importantes son el estrato volcán Maipo (5.323 m s.n.m.) y los campos volcánicos del Planchón (3.970 m s.n m.), Peteroa (4.880 m s.n.m. y Peñón (4.080 m s.n.m.).

La intensa actividad magmática se manifiesta además en el ciclo plutónico postorogénico (González Díaz y Fauqué, op.cit.). Núcleos intrusivos que afloran como batolitos, macizos y cuerpos menores paleo y mesozoicos en la Cordillera Frontal y cenozoicos en la Principal.

Una mención aparte merecen los denominados "Andes kársticos" (Abraham, en prensa, Abraham y Duffar (inéd.), Abraham, BRUNOTTE, Garleff y Stingl.(1987). Por primera vez se reconoce la magnitud del proceso kárstico en extensas superficies de la Cordillera Principal, sobre todo en su tramo central y sur. Estudios realizados en Valle Hermoso, Valle del Salado, Sierra Azul, Sierra de Cara Cura, etc. evidencian todo un registro de formas y procesos kársticos no desarrollados en la bibliografía consultada, salvo en las últimas contribuciones, y a modo muy general. Dolinas, simas, cavernas, uvalas, poljes, hums, constituyen geoformas -probablemente residuales en su mayoría- pero con una importancia enorme en la hidrogeología del área. La relación de los procesos kársticos con los periglaciales ha rejuvenecido y activado la dinámica de gran parte de estas geoformas. Algunos rasgos de este relieve pueden alcanzar magnitudes espectaculares, como las dolinas del Valle del Salado, especialmente los "Pozos de las Ánimas" (Abraham, en prensa), de gran interés turístico.

 

La Cordillera Frontal u Oriental

 

Adosada por el oriente a la Cordillera Principal, desaparece a poco de trasponer el río Diamante. Con alturas entre 5.000 y 6.000 m s.n.m., es un antiguo macizo, estructura vieja, prejurásica, rejuvenecida en el Terciario superior y en el Cuaternario, montaña compleja penetrada por cuerpos intrusivos neopaleozoicos que forman altas sierras elaboradas en granitos y otras rocas magmáticas (Caminos, 1979). Se ha podido mapear estos intrusivos gracias al excelente trabajo de Kozlowski et al., (1993).

Su relieve es sumamente diversificado por su variada composición geológica y por los distintos procesos geomórficos que la degradan. Polanski (1954) considera que ha sido rejuvenecida en el Terciario superior y en el Cuaternario y que con anterioridad la Cordillera Frontal se preservaba como una peneplanicie de escasa altura sobre el nivel del mar.

Estructuralmente presenta un estilo tectónico que responde al esquema simple de bloques fallados sin mayores perturbaciones, en el cual se reconocen sistemas de fallas de gran longitud y considerable rechazo que la limitan por el E. Se destacan alineamientos en sentido submeridiano fundamentalmente puestos en evidencia por líneas estructurales de fallamiento, ejes de grandes plegamientos y líneas orográficas. Transversalmente a estos se observan una serie de alineamientos de rumbo opuesto.

En el área de los granitoides y de las volcanitas la red hidrográfica consecuente, es aún de textura gruesa. El proceso de consolidación del drenaje y el desarrollo de sus valles tributarios todavía no ha terminado (Polanski, 1964). Resumiendo, el paisaje de la Cordillera Frontal se halla en un estado de juventud avanzada demorado en su desarrollo por las condiciones semiáridas alcanzadas en el Pleistoceno superior y la intervención climática del englazamiento contemporáneo. (González Díaz, 1993). El rejuvenecimiento soportado es debido a reiteradas interrupciones del ciclo fluvial, básicamente provocadas por sucesivos levantamientos, coincidentes con el hundimiento de las zonas orientales.

La división de los altos Andes en Cordillera Principal y Frontal es más geológica que biológica, ya que todos los elementos orográficos se encuentran estrechamente soldados entre sí, separándolos sólo los profundos valles longitudinales de ríos como el Tupungato, entre las dos cordilleras, o la depresión tectónica de Uspallata entre la Frontal y la Precordillera.

Clima frío y seco, las precipitaciones disminuyen de sur a norte (1.000 mm de precipitación nival en Malargüe – 133 mm en Uspallata) y de oeste a este (desde 600 mm en Cristo Redentor a 195 mm en el piedemonte de la Precordillera). Zona de vientos fuertes y constantes, sometida a bajas temperaturas, el relieve impone sucesiones climáticas que determinan pisos de vegetación, como cinturones bioclimáticos donde la vegetación se modifica en función de la topografía, disponibilidad de agua y suelo, orientaciones, etc.

Laderas con arbustos esparcidos, bajos, planchados por la nieve invernal, estepas de pastos duros en zonas de menor pendiente; al pie de las laderas y a lo largo de los valles matorrales de Adesmia pinifolia (leña amarilla) entre los 2.700 y 3.500 m s.n.m.. A los 3.500 m comienza el piso altoandino, caracterizado por plantas en cojín "llaretas" como: Mulinum crassifolium, Adesmia subterranea. Son frecuentes las vegas o mallines asociadas a cursos de agua, constituídas mayormente por juncaceas y ciperaceas.

Alrededor de los 3.700 m s.n.m. desaparece fisionómicamente la vegetación, aunque ejemplares aislados ascienden hasta los 4.400 m s.n.m.. La línea de nieve está sobre los 4.500 m s.n.m. Los suelos son entisoles pedregosos, asociados en partes con arenas de médanos y materiales aluviales. Destacan en esta región los procesos geocriogénicos.

Las condiciones especiales de la Cordillera hacen que sólo se la utilice en épocas propicias durante pocos meses al año, desde noviembre a fines de marzo. Sus valles y laderas suaves son utilizados como campos de veranadas. El sur, por las mayores precipitaciones, menor altitud, veranos más secos y buenas pasturas, es el sector que reúne las mejores condiciones. Hacia el N el aumento de la aridez hace que los potreros de cordillera estén más expuestos a la erosión del suelo por pastoreo excesivo.

En los últimos años se ha valorizado el espacio de alta montaña con actividades como el turismo, deportes de invierno y recreación. Tradicional corredor de circulación, la ruta panamericana conecta el territorio argentino con el chileno.

 

La Precordillera

 

El contacto entre la Precordillera y la Cordillera Frontal asume características distintas al N y al S del río Mendoza. Por el N, la vertiente occidental desciende hacia el valle de Uspallata y por el S los cordones más occidentales cruzan el río Mendoza -en Potrerillos- y se sueldan a la Cordillera Frontal como parte del Cordón del Plata.

Es la Precordillera un macizo antiguo, de rumbo general N-S, formado principalmente por rocas sedimentarias paleozoicas ascendidas durante el Cenozoico por el mismo empuje que elevó a la Cordillera (Furque y Cuerda, 1979). Tiene alturas que sobrepasan los 3.000 m s.n.m., en Mendoza constituídas por la Sierra de Uspallata.

Son elementos importantes en el ambiente precordillerano las extensas altiplanicies o "pampas" de altura: amplias superficies de erosión cubiertas con material pleistoceno, grueso y permeable. Se conecta la Precordillera con el piedemonte y la llanura a través de abruptas quebradas transversales sin cursos de agua permanente, pero salpicadas de surgencias. La vertiente occidental es mucho más árida que la oriental, desecada por los vientos cálidos que vienen del Pacífico. Estas condiciones marcan diferencias en cuanto a los pisos de vegetación: en la ladera oriental se suceden, entre los 1.500 y 2.500 m s.n.m., el piso de Menodora decemfida y Colliguaya intergerrima (coliguay); entre los 2.500 y 2.700 m s.n.m., el piso de Adesmia uspallatensis y Mulinum spinosum. La aridez de la vertiente occidental se evidencia por la penetración de elementos puneños: desde los 2.750 m s.n.m. se extiende el piso de Lycium fuscum y L. chañar. Distinto es el panorama de las cumbres y las pampas de altura: cerca de los 3.000 m s.n.m. dominan las gramíneas, con gran proporción de suelo desnudo, formando el piso de Stipa o de los paramillos.

Los fuegos son, desgraciadamente, un elemento frecuente y devastador en el ambiente precordillerano. La mayor parte de las veces intencionales, destruyen y modifican la vegetación abriendo el camino para fuertes procesos de degradación.

La Precordillera desaparece apenas traspone el río Mendoza. Según algunos autores reaparece en los afloramientos del bloque o macizo de San Rafael, casi en el centro del territorio provincial, rodeado íntegramente por depresiones.

 

El Bloque de San Rafael

 

Es una unidad morfoestructural pericordillerana, ubicada en su casi totalidad en el Departamento de San Rafael, en el centro-sur mendocino. El rumbo general de sus estructuras es noroeste-sudeste, coincidente con una antigua franja de fracturación paleozoica y está integrada por elevaciones pobres limitadas por depresiones de origen tectónico rellenadas por depósitos cenozoicos. Como bien lo describe Polansky (1963),"ya desde los comienzos del Terciario alcanzó el bloque todas las características de una peneplanicie de destrucción cuyas depresiones fueron rellenadas por sedimentos pliocénicos siendo exhumada posteriormente por el rejuvenecimiento erosivo a raíz de un levantamiento posterior en los principios del Cuartario" (p.7). Dentro del bloque hay sectores que presentan un estado juvenil del relieve y otros en madurez incipiente, situación dada fundamentalmente por la interacción entre el relieve maduro preefusivo (escalonado, con formas redondeadas y un avanzado estado de disección) y el generado por las efusiones basálticas que modificaron el ciclo normal de erosión desde el Plioceno superior. Sucesivos cambios del nivel de base regional, o bien posibles ascensos del bloque, combinados con los procesos erosivos exógenos, rejuvenecieron el relieve, encajonándolo cada vez más, en forma escalonada.

La presente carta geomorfológica aporta, siguiendo los trabajos de Polansky (1954), Gonzalez Díaz (1970, 1972 a y b), Holmberg (1973), Cisneros (1993 a y b), Abraham (1996), la delimitación de la peneplanicie exhumada y el ambiente de vulcanitas neopaleozoicas, diferenciando esta unidad de sus vecinas, y localizando las geoformas menores. Así aparecen múltiples volcanes aislados, depresiones, bajos sin salida, salitrales, médanos y fundamentalmente el extenso piedemonte oriental, modelado en el extremo norte, a la altura de San Rafael, con niveles de pedimentación o glacis y hacia el sur con una extendida bajada.

Su límite septentrional está definido por el río seco de Las Peñas, en contacto con la Meseta de los Ramblones a través del ambiente de bad lands, y hacia el noroeste con la Asociación Volcánica Neopleistocena (Polansky, op. cit.), fundamentalmente con las ignimbritas de la Planicie Piroclástica Pumícea y la serie de pequeños volcanes alineados, donde sobresalen el Cerro El Pozo y Los Leones. El límite sur no se encuentra totalmente establecido por su falta de nitidez, siendo definido por González Díaz (1972) unos metros al sur del paraje La Escondida, fundiéndose con el ambiente de las planicies estructurales lávicas de la Payunia, cobrando importancia nuevamente con el Macizo de El Nevado. Hacia el poniente, se definen claramente los límites de esta unidad con los de la Gran Depresión Central, dado por las primeras elevaciones que sobresalen del nivel de base constituido por la depresión de Los Huarpes-Llancanelo. El oriental lo establece el sector de fracturación conocido como Falla Las Malvinas (Cisneros, 1993b), conectándose a través de un piedemonte que se expande hacia el oriente a medida que se avanza hacia el sur, surcado por una densa red de arroyos secos que excavaron un sistema de cañones y quebradas paralelas entre sí, con barrancas elaboradas en tobas y tufitas neopaleozoicas, típico ambiente de huayquerías o bad lands.

El relieve montañoso norte pertenece a la zona orográfica conocida como Sierra Pintada (Burckardt y Wehrli, 1900), con lo que se designa a la unidad geográfica constituida por una serie de elevaciones mas o menos conexas de rumbo aproximado NO - SE, en la zona extracordillerana del departamento de San Rafael. La sierra alcanza alturas de hasta 1840 m s.n.m. en el volcán basáltico Cº Rodeo, al norte del río Diamante. Al sur del mismo el nivel topográfico pierde altura, oscilando entre los 1000 a 1500 m s.n.m. El río Atuel ha cortado a la sierra oblicuamente, formando un cañón que alcanza los 300 metros de desnivel relativo y que lo acompaña aguas arriba hasta el salto del Nihuil. La erosión recurrente de los arroyos que bajan al Atuel dio lugar a la formación de un terreno sumamente quebrado y pintoresco, que se extiende con un ancho de algunos kilómetros a ambos lados del río.

El relieve se encuentra en general delimitado por las curvas de nivel de 450 a 1800 metros. Las mayores alturas corresponden a serranías y volcanes aislados, entre los cuales sobresale el Volcán Nevado (3810 m s.n.m.), por el sur. En este sector el basalto ha rellenado el antiguo relieve elaborado en las rocas paleozoicas, triásicas y terciarias, rodeando a los cerros y cordones sobreelevados que permanecieron como relictos.

 

Payunia

 

Con el nombre de PAYUNIA o PAYENIA (Polanski, 1954) se conoce al sector centro sur de la provincia de Mendoza caracterizada geológicamente por la presencia casi exclusiva de rocas en su mayor parte de composición basáltica, que imprime a la zona un paisaje mesetiforme con sobreimposición de construcciones volcánicas típicas.

Esta unidad no es considerada como una provincia geológica o geomorfológica independiente, sino que se le asigna la categoría de Nivel Morfoestructural primario, debido a sus grandes dimensiones areales. Algunos autores (Polanski, 1954, y otros) incluyen a esta unidad dentro de las zonas deprimidas del sur mendocino, por su condición de planicie más o menos uniforme con presencia de cuerpos volcánicos aislados. Sin embargo, la presencia de más de 400 elevaciones hace que en la actualidad se lo integre dentro del grupo de montañas (González Díaz, 1993).En cuanto a sus límites, son discutidos, debido a que la presencia de cuerpos volcánicos típicos de la Payunia en otras unidades morfoestructurales mayores hace difícil su demarcación. Polanski (1954) establece el borde septentrional cercano al actual embalse El Nihuil; al sur supera el río Colorado adentrándose en territorio neuquino; al este penetra en territorio pampeano y al oeste culmina con las primeras estribaciones de Cordillera Principal. Corresponde el sur de Mendoza a la "Provincia Basáltica Andino Cuyana" (Bermúdez y Delpino, 1990), extendiéndose al norte de Neuquén. Caracterizada por su importante actividad volcánica -grandes erupciones basálticas y depósitos de caída pirocláica, desarrolladas desde el Plioceno hasta el Holoceno- localizadas en posición de retroarco respecto al arco volcánico activo actual de la Cordillera.

La Payunia se puede considerar como un ambiente volcánico complejo, relieve irregular generado por la alternancia de conos volcánicos con extensas planicies basálticas. Las principales unidades de actividad volcánica son los grandes campos volcánicos de Llancanelo (10.700 km2) y Payún Matrú (5.200 km2), formados por productos emitidos desde hace aproximadamente 5 Ma, hasta tiempos prehistóricos. En la región se han formado más de 400 conos piroclásticos, sobresaliendo los mayores entre 200 y 300 m sobre el relieve circundante, siendo los más frecuentes conos pequeños de menos de 50 m de altura. Las coladas pueden caracterizarse por el tipo de superficie que presentan: tipo aa (apariencia blocosa, áspera, de difícil tansitabilidad) o pahoehoe (apariencia más suave, algunas veces vítreas, correspondiente a lavas más fluidas). Los túneles que dan origen a cavernas son un rasgo morfológico común. (Bermudez et Al. 1993).

El resultado geomorfológico de esta intensa actividad volcánica son por un lado los grandes estrato-volcanes y por otro las extensas planicies o altiplanicies lávicas -acompañadas de innumerables volcanes monogénicos - que sepultaron la casi totalidad del relieve maduro previo y su red fluvial, resultando de su apilamiento desde el Plioceno superior un irregular relieve de escalones, resaltos y depresiones ocupadas por salitrales, barreales, arenales y médanos.

Correspondiendo a esta descripción, en el mapa geomorfológico se han determinado tres subunidades principales:

1. Centros volcánicos poligénicos (estrato-volcanes) plioceno-cuaternarios. 
2. Planicies estructurales lávicas 
3. Relieve prebasáltico

Entre los centros volcánicos poligénicos, se diferencia en primer lugar el gran macizo volcánico del Payún Matrú, aparato volcánico dominante de la Payenia. González Díaz (1970, 1972c), hace un estudio geomorfológico del Payún Matrú y sus adyacencias, sumamente valioso porque estos rasgos caracterizan también al resto del ambiente de la Payenia. Siguiendo esta clasificación, en el mapa geomorfológico se han marcado como subunidades menores las planicies caracterizadas por edad, morfología y materiales (Gonzalez Díaz y Fauqué, 1993), marcándose su evolución desde el remanente del antiguo núcleo paleopleistoceno andesítico-traquítico, la caldera neopleistocena-holocena, el cráter y las coladas traquíticas de la "explanada del Payún Matrú" formada por escoriales, brechas y lavas pumíceas eoholocénicas.

El mismo autor explica la génesis del Payún: "su gran caldera cuspidal está genéticamente vinculada a un fenómeno de explosión-colapso, que a su vez dio origen a un enorme halo ignimbrítico, planicie ignimbrítica, donde se han reconocido tres facies estructurales y otros rasgos menores. El Payén conserva gran parte de su cráter, que muestra un portezuelo en su borde oriental, desde donde se desarrolla una abrupta quebrada por la que se han desplazado flujos densos. Otra caldera importante se localiza al sur del Cerro El Nevado."(Gonzalez Díaz, 1970, 1972c y Gonzalez Díaz y Fauqué, op. cit.).

El otro gran grupo de estrato-volcanes son los macizos volcánicos desmantelados del Terciario superior, donde se destacan las andesitas miopliocenas de las Sierras de "El Nevado" (Bermúdez, 1988), las de "Chachahuén" y el cerro "El Zaino" (andesitas pliocenas). Estos dos últimos presentan en la actualidad sólo su núcleo expuesto, desmantelados por la erosión entre el relieve lávico y tobáceo circundante. El vulcanismo basáltico holoceno lo sepultó parcialmente y se expandió por sus flancos y valles marginales. No es ajeno a la activación del ciclo erosivo la cercanía del nivel de base regional: el río Colorado.

Bajo la denominación de planicies estructurales lávicas se engloba una amplia gama de mesetas o "bardas", y sus correspondientes volcanes adventicios, marginadas por fenómenos de remoción en masa y deslizamientos rotacionales.

Los suelos son en general arenosos, muy permeables, o de rocas efusivas, de alta porosidad. Las lluvias, de alrededor de 200 a 250 mm, se reparten regularmente durante todo el año. Sólo los suelos arenosos permiten el crecimiento de arbustos y pastos como Sporobolus, Stipa, Poa, Neosparton (solupe). Estas comunidades están adaptadas a una extrema aridez.

Finalmente, en el mapa se destaca el relieve prebasáltico, remanente en las Sierras de Cara Cura y Reyes, en el extremo sur. Formadas por areniscas continentales, calizas y yeso cretácico-jurásico, representan al ambiente de Cordillera Principal en la Payunia, predominando las formas y procesos del relieve kárstico. La margen izquierda del valle del río Colorado aparece totalmente disectada por un sistema de huayquerías (bad-lands) elaboradas en las sedimentitas cretácicas.

 

Cerrilladas y Huayquerías pedemontanas

 

Son éstas montañas de erosión de poca altura, elaboradas durante el Cuaternario en depósitos continentales terciarios, plegados y elevados por la neotectónica. Se encuentran dentro de la clasificación de montañas bajas. Conforman sistemas de estructuras plegadas anticlinales, colinas alineadas (como el Cerro de la Gloria) y mesetas, dando origen a un relieve sumamente heterogéneo de lomas, pedimentos locales, sierras, crestas, cuestas y mesetas residuales, profusamente estudiados por Polanski (1963) y Regairáz (1979,1985).

Una extensa meseta "Del Guadal" se extiende a la altura del paralelo 34 S, separada del frente cordillerano por la depresión del Valle de Uco o Graben de Tunuyán (Polanski, 1964), constituyendo una baja divisoria de aguas entre éste y la gran depresión oriental denominada por el mismo autor como "Llanura de la Travesía". Polanski define a esta meseta como una "peneplanicie vieja desde su nacimiento", elaborada a fines del Plioceno, bajo condiciones áridas en la estructura braquianticlinal de San Carlos. Cubierta por médanos semifijos por vegetación, se diferencia hacia el sur de la meseta "de los ramblones" por la presencia de depresiones (bajos sin salida, ramblones o guadales), de poca extensión y profundidad (10-20 m), originados por deflación durante el Neopleistoceno, sobre un paisaje maduro.

Bordeando las mesetas y cerrilladas, sobre los materiales terciarios, muy deleznables y de poca resistencia a la erosión, las aguas de las tormentas torrenciales han elaborado una complicada y densa red de surcos y cárcavas. Las arcillas y limos forman empinadas paredes casi sin vegetación, conformando el típico paisaje de bad-lands (tierras malas o "mal país" ) conocido localmente como huayquerías. Los más conocidos son las de San Carlos (1.200 m s.n.m.) Cordón del Carrizal, Cuchilla de Lunlunta (1.000 m s.n.m.) Cerrilladas de Tupungato (2.000 m s.n.m.).

Los suelos están formados por materiales alóctonos -aluviales, coluviales, regosólicos - así como areniscas y calcáreos, poco resistentes a la erosión.

En general falta completamente el agua o, si aparece, es salina. Los puestos ganaderos por lo tanto son escasos, localizados en la periferia.

 

LAS PLANICIES

 

Se extienden con inclinación hacia el E, desde el borde de las montañas hasta el curso del río Desaguadero, con alturas entre 1.500 y 300 m s.n.m.. Es posible encontrar en ellas cerros aislados como el volcán Diamante (2.800 m s.n.m.) sierras y colinas. Se las divide en tres subunidades principales: el piedemonte, las depresiones y la llanura.

Rodríguez y Barton (1993) dan una aproximación a la evolución geológica de esta extensa unidad que denominan "depresión pedemontana": " La elevación de las Cordilleras en el Cenozoico superior dio lugar a la elaboración de extensos piedemontes, bajadas y planicies del tipo pedillanura durante un ciclo de arrasamiento erosivo. Sobre estos relieves se acumularon grandes masas de nuevos sedimentos terciarios neógenos sobre los ya existentes. Un nuevo impulso tectónico produjo combas y depresiones que afectaron tanto a la montaña como al piedemonte. El apilamiento tectónico produjo una sinusoide vertical que se integró con un anticlinal de gran radio en montaña, un sinclinal contiguo en la franja proximal del piedemonte y un nuevo anticlinal, más modesto, en la franja distal del mismo. El mecanismo se resolvió mediante movimientos de ascenso y descenso diferenciales del basamento seccionado en bloques menores, con la deformación plástica de su cubierta terciaria. Como resultado se acentúa al pie del orógeno una depresión flanqueada por elevaciones menores que formaron las cerrilladas pedemontanas o Huayquerías del Tunuyán, San Carlos, Meseta del Guadal, etc. Todo el relieve pedemontano incluyendo sus cerrilladas fue sepultado por una masa detrítica a fines del Terciario, culminando con los gruesos conglomerados de la Formación Mogotes y afines. Nuevos esfuerzos compresivos dieron lugar a la reactivación de las fallas del zócalo y a un plegamiento de su cubierta terciaria, dando nacimiento a lo que Polanski (1963) llamó braquianticlinorios de los Huarpes que marginaron o se adentraron en la depresión de los Huarpes... Al final del Plioceno, un período de calma tectónica da lugar a un ciclo de erosión generalizada que rebajó las áreas cuspidales de las bóvedas y dio origen a la formación de pedimentos al pie de las serranías, con desarrollo de glacis sobre terrenos blandos terciarios. A ese tiempo en Precordillera el río Mendoza y en el bloque de San Rafael los ríos Diamante y Atuel, ahondaron los canales que les permitían atravesar tales barreras. Luego de la calma tectónica del final del Plioceno se produjo un cambio climático con tendencia a una aridez creciente acompañada por erosión que formó los pedimentos y el primer glacis cuaternario al pie de la montaña. También en esta etapa se pudo elaborar la pedillanura de la naciente Meseta del Guadal vecina al este..." pp.174-175.

 

El piedemonte

 

Es una unidad de transición entre la región montañosa y la llanura. Su extensión está en relación directa con la masa a partir de la cual se ha originado. En este sentido, el proveniente de la Cordillera Frontal comienza a alrededor de 2.000 m s.n.m., extendiéndose sobre 50 km hacia el este. Por otro lado, el piedemonte de la Precordillera comienza alrededor de los 1.500 m s.n.m. y su extensión hacia el oriente varía entre 10 y 20 km. La historia geológico-tectónica, pero también la evolución geomorfológica del área fueron marcados fuertemente por los impulsos neotectónicos del Terciario superior y del Cuaternario (Polanski 1963) - el tercer movimiento tectónico de Groeber (1947). La fase principal de los movimientos neotectónicos en el Plioceno final o en la transición Plioceno/Pleistoceno ascendió fuertemente la Cordillera, resultando en intensos procesos de erosión y en la acumulación correspondiente de fanglomerados y otros sedimentos del piedemonte. Todo el borde oriental del sistema montañoso está ocupado por un potente complejo sedimentario triásico-terciario (remanentes de este primitivo relleno son los conglomerados como el Cerro de la Gloria). Los procesos tectónicos descriptos desde el final del Terciario sometieron a estos depósitos a intensos procesos endógenos, evidenciados por las potentes fallas que los surcan. Esto, en conjunción con el escurrimiento mantiforme (las aguas de lluvia trabajan como un cepillo desgastando los materiales sueltos, fanglomerádicos de estas planicies) originaron una pediplanación generalizada. Posteriormente se encauzó el escurrimiento en forma lineal, profundizándose cada vez más los ríos secos o wadis y disectando los pedimentos y glacis.

A la latitud de la ciudad de Mendoza, el piedemonte de la Precordillera forma un extenso glacis (rampa de erosión) con varios niveles formados por la combinación de fenómenos tectónicos y erosivos. Estos últimos -originados por la acción hídrica- por su potencia y extensión deben relacionarse con climas del pasado (cuaternarios), con condiciones más extremas de aridez.

En la actualidad, las violentas precipitaciones estivales que se concentran en sectores parciales de las cuencas, producen violentas crecidas "aluviones" que causan cuantiosos daños en la zona más densamente poblada de la llanura. El empobrecimiento de la cubierta vegetal por la presión antrópica generada por el crecimiento desordenado y acelerado de la ciudad de Mendoza sobre este ambiente (asentamientos no adecuados, extracción de leña, sobrepastoreo, tala, incendios intencionales, etc.) acelera cada vez más el escurrimiento de las aguas, magnificando la violencia de los aluviones. Sólo urgentes medidas de planificación y recuperación ambiental podrán revertir este proceso.

En el mapa se ha diferenciado como geoformas más relevantes en los sectores pedemontanos, cuando aparecen niveles de glacis o pedimentos, grandes bajadas, y los abanicos o conos aluviales de mayor jerarquía. Asimismo se han demarcado los piedemontes locales del Macizo de San Rafael y de las Cerrilladas pedemontanas.

Un apartado especial merece la Planicie de ignimbritas, o "Planicie Piroclástica Pumícea" (Polanski, 1963 ), cubre una extensa área entre Pareditas al sur y la salida del Arroyo Papagayos en el piedemonte, al norte de Bajada amarilla, descendiendo desde 1800 m s.n.m. por el sur, hasta 1200 m s.n.m. en el norte. Es una planicie piroclástica, cuyos materiales provienen de centros volcánicos de la Cordillera, probablemente el Maipo, que cubre más de 100 km2, con espesores que varían entre 10 y 40 metros. Tanto Polanski como estudios más recientes (Abraham, 1996 , Garleff y Stingl, 1984 ) la asimilan al segundo nivel agradacional pedemontano (Formación La Invernada).

El piedemonte presenta depresiones de origen tectónico. En el presente mapa geomorfológico se han delimitado las planicies agradacionales pedemontanas con sus correspondientes geoformas y la denominada Gran Depresión Central o "de los Huarpes", que constituyen en el terreno una unidad difícil de diferenciar y con una complicada historia geológica.

 

DEPRESIONES

 

Gran Depresión Central o "de los Huarpes"

 

Limita al norte con los piedemontes de la Cordillera Frontal, Precordillera y las Huayquerías, al este con esta última y el Bloque de San Rafael, al oeste con los piedemontes de la Cordillera Frontal y de la Principal y al sur con la Payunia. Conforma una planicie escalonada y ligeramente inclinada al oriente, disectada por una densa red de avenamiento. Bordeando la depresión se localizan importantes fallas, a lo largo de las cuales han ocurrido desplazamientos importantes durante el Segundo y Tercer Movimiento Andino.

Se pueden distinguir tres subunidades de distinta jerarquía:

La depresión del Mendoza-Tulumaya, o del norte: es la más seca y cálida. Algunos autores la adscriben al ambiente de la llanura oriental, ya que se extiende hacia el este y el norte sobre esta unidad. En su extremo noroeste limita con el piedemonte de la Precordillera y más al sur con el de la Cordillera Frontal. En ella se localiza la más importante zona agrícola de la provincia, en parte rellenada por los conos aluviales del río Mendoza. El límite norte con la llanura puede relacionarse con las lomas del Borbollón.

La depresión de los huarpes o Graben de Tunuyán: está separada de la anterior por colinas y sierras. Por el norte las cerrilladas de Lunlunta y por el este las del Carrizal y la meseta del Guadal. Por el sur limita con el macizo de San Rafael y por el oeste con el piedemonte de la Cordillera Frontal. Oasis menores –pero muy importantes por su producción agrícola- como los de San Carlos o Tunuyán se desarrollan en esta zona.

Constituye una depresión tectónica del terreno antiguo en la zona periandina, rellenada por potentes series de aluvios internos plioceno-cuaternarios. Es esta una planicie de acumulación joven, inclinada al norte y levemente ondulada por la acción erosiva y acumulativa del neocuaternario, suavizada con posterioridad en las zonas más deprimidas por mantos extensos de depósitos piroclásticos. Se destacan en el fondo del graben de Tunuyán y en la cuenca del arroyo "El Carrizal" los depósitos de "limos semejantes al loess" de la Formación "El Zampal" (Polanski, op. cit.), con espesores que no superan los 20m. En la divisoria entre el río Diamante y los tributarios del Tunuyán se han conservado extensos niveles de pedimentación o glacis (Abraham et al., 1987).

La depresión del Diamante y la laguna y salina (bolsón) de Llancanelo: separada de la anterior en su región meridional por extensos sectores pedemontanos con niveles de glacis o pedimentos, y la Planicie piroclástica pumícea, constituyendo este sector –a ambos lados del cajón del río Diamante- la parte estructuralmente más elevada de la depresión. El límite oeste lo conforman los piedemontes de las Cordilleras Frontal y Principal, por el este y por el sur por la región volcánica de la Payunia.

Los importantes conos aluviales de los ríos andinos funcionan como ambientes de transición entre el piedemonte y la llanura. La laguna y salina de Llancanelo constituye el nivel de base de un sistema cerrado, cuyo aporte superficial principal es el río Malargüe. Recibe aportes subsuperficiales de los ríos Atuel-Salado, a través de antiguos paleocauces (Prieto y Abraham, 1994). En la actualidad, con el aporte superficial disminuido por la captura de sus más importantes afluentes, la laguna ha retraído considerablemente su espejo. El equilibrio de todo el sistema es muy frágil, predominando la evaporación sobre el conjunto de los ingresos. Sólo se ubican aquí escasos puestos de ganadería de subsistencia. La laguna de Llancanelo, por su importancia como refugio de avifauna es un área protegida provincial.

 

Depresiones intermontanas

 

Forman valles longitudinales, amplios y alargados. Los valles transversales y oblicuos suelen ser más angostos y profundos. La acción tectónica es un factor fundamental en la configuración y evolución de estos valles, manifestada a través de grandes fallas regionales.

Entre los valles tectónicos longitudinales, el más representativo es el de Uspallata, entre la Cordillera Frontal y la Precordillera. Es un valle asimétrico ( la línea del talweg se recorta hacia el borde oriental o Precordillerano), de aproximadamente 200 km2 en territorio mendocino (al norte se continua por la depresión denominada "Ciénaga del Yalguaráz" con el valle de Rodeo-Calingasta-Barreal, en la Provincia de San Juan), y por el sur está conectado con el valle del río Mendoza. Este corredor se desarrolla a lo largo de unos 40 km, con un ancho máximo de 8-9-km y mínimo de 2-3 km en sentido oeste-este. La pendiente general norte-sur es de unos 15 m/km, inclinada al este.

Esta depresión fue rellenada con sedimentos terciaro-cuaternarios, que fueron afectados por los procesos de levantamiento que los comprimieron, dislocaron y plegaron, coronando con dos niveles de erosión (glacis) sobre la formación Mogotes. Este relieve está parcialmente cubierto por los depósitos gruesos de piedemonte con abundantes conos aluviales y de deyección. En los fondos de valle se acumulan formaciones limosas, y, hacia el norte aparecen extensos barreales. Investigaciones recientes (Espizúa, 1993 ) identifican en el valle del río Mendoza, a la altura de Uspallata, depósitos morénicos.

Otras depresiones intermontanas importantes son las altiplanicies denominadas "pampas de altura de la Precordillera", ya descriptas en esta unidad. Asimismo, se han marcado en el mapa las geoformas correspondientes a los principales valles fluviales, con depósitos glacifluviales y aluvio actual.

 

La Llanura

 

Esta gran unidad que se extiende en el oriente de la Provincia. Denominada por Polanski (1954) "Gran llanura de la Travesía", es una profunda cuenca sedimentaria entre dos bloques montañosos paralelos: la Cordillera y la Precordillera en el O, y las Sierras Pampeanas occidentales por el E. Es éste un término local que denota claramente las condiciones imperantes de aridez. En el territorio provincial su límite noroeste está enmarcado por el piedemonte de la Precordillera, en el centro y suroeste por las cerrilladas pedemontanas y huayquerías y por el piedemonte de la Cordillera Frontal y del Macizo de San Rafael. El límite sur está dado por el ambiente volcánico de la Payunia, por el este lo enmarcan las Sierras de San Luis, siendo el cauce del Desaguadero-Salado su límite provincial, mientras que hacia el sureste se conecta con la región pampeana a través de la llanura ondulada. En el extremo norte, el límite provincial es el río San Juan, pero se puede decir que, ya fuera del territorio mendocino, las Sierras sanjuaninas de Zonda, Pie de Palo y Valle Fértil, la separan y al mismo tiempo la conectan con la región de los valles y bolsones del noroeste argentino. En ese sentido se ha denominado con acierto a esta depresión como el más austral de los grandes bolsones del NOA.

Con casi ninguna pendiente, se extiende entre los 600 y 400 m s.n.m., rellenada con potentes series de sedimentos arenosos, limosos y arcillosos de origen continental (terciario-cuaternarios), se constituyó en el receptáculo de los productos de degradación y el desagüe natural de los elevados cordones de los Andes y los relieves que la circundan. Las montañas aportaron grandes masas de detritos glaciales, periglaciales y fluviales, siendo transportados por los ríos a la llanura, con fuertes mezclas de materiales.

Dada la homogeneidad del ambiente de la llanura oriental, es muy difícil distinguir subunidades. Sin embargo, relacionando la actividad morfogenética, -fundamentalmente la evolución de la red de drenaje- y las facies de depositación, con predominio de actividad fluvial, lacustre y eólica del posglacial, se han diferenciado los siguientes ambientes:

Planicie aluvial con altas modificaciones antrópicas "oasis". Formadas por los abanicos aluviales y las planicies distales de los grandes ríos alóctonos, donde se han establecido los grandes conglomerados urbanos y las zonas de cultivos irrigados. Sobresalen por sus dimensiones e importancia en la economía provincial el oasis norte "del Mendoza-Tunuyán" y el central "de San Rafael-Alvear", en el sur, mucho más pequeño, el oasis de "Malargüe".

A la salida del ambiente montañoso, apenas alcanzados los piedemontes, los ríos andinos se encontraron con modificaciones tectónicas de la depresión pedemontana y con barreras (Cerrilladas pedemontanas; huayquerías del Tunuyán y San Carlos, Bloque de San Rafael). Esto provocó estancamientos temporarios y desvíos de ríos (Mendoza-Tunuyán y Diamante-Atuel), que confluyeron y luego se separaron, dejando claramente en el terreno las huellas de esta migración por la llanura. (Abraham, 199 ). El trabajo conjunto " a pares" de los ríos permitió la construcción de sus importantes planicies aluviales, luego aprovechadas y valorizadas para el asentamiento y los cultivos irrigados en los grandes oasis del norte (Mendoza-Tunuyán) y centro (San Rafael-Alvear) de Mendoza.

Regairáz y Barrera (1975), Zambrano (1978) y posteriormente Rodríguez y Barton (1993) describen con detenimiento estas antiguas planicies aluviales y los conos de transición entre el piedemonte y la llanura, destacando el "Sistema de conos del río Mendoza", ordenados cronológica y espacialmente, de importancia económica fundamental en lo relacionado con la formación de los suelos y la búsqueda de agua en el subsuelo. Para la valorización del área se ha aprovechado los aportes de los ríos alóctonos mediante una densa red de canales de riego y perforaciones.

Siguiendo el patrón de la antigua red hidrográfica, se extienden desde los oasis planicies aluviales restringidas a los antiguos cursos. Se destacan, en el norte la Del Mendoza Tulumaya, con pendiente hacia el noreste; los "Derrames del Tunuyán", en el centro-este y, extendiendose hacia el este por el actual curso del río Diamante, la del Diamante-Atuel.

La primera es recorrida por el canal Jocolí y el arroyo Tulumaya, con pendiente al norte. Sus aguas provienen de la infiltración y subescurrimiento del río Mendoza y de los desagües de riego del oasis. Presentan caudales con alto contenido de sulfatos y carbonatos con serios inconvenientes para la agricultura.

Los "Derrames del Tunuyán": el antiguo sistema del tramo inferior del río Tunuyán y probablemente del Mendoza (Rodríguez, 1966, Méndez (1978)) en tiempos históricos, desarrolló una extensa zona de derrames, aún reconocibles por sus paleocauces. Con una disposición prácticamente triangular, este gran delta de sedimentos limosos define la antigua conexión de este sistema con el Desaguadero. Multitud de brazos muertos atestiguan el trabajo de barrido del río sobre la llanura durante sus frecuentes cambios de curso (Abraham y Prieto, 1991). Lo mismo se puede apreciar, en menor escala, en la desembocadura del Diamante-Atuel. A lo largo de todos los valles de los ríos que cruzan la planicie se distingue el clásico diseño anastomosado o trenzado, producto de la pérdida de capacidad de transporte.

En todos los casos, el carácter deprimido, el mal drenaje y la deficiente utilización del riego determina la formación de ciénagas, generalmente asociadas con amenazadores médanos y áreas salinizadas, que restringen la zona apta para cultivo. Esta situación se vuelve crítica en General Alvear y Colonia San Pedro, zona del oasis central que aparece desarticulada.

Llanura. Fluvio-lacustre posglacial: se puede distinguir al norte la "Del Rosario-Guanacache y Desaguadero-Salado" y al sur "de los Bañados del Atuel". Las primeras son unidades de ambiente lacustre y de "playa"; ocupan una gran extensión en las áreas perimetrales de la llanura oriental, en el noreste, norte y este, alojadas en las partes más deprimidas. Las geoformas principales continuan siendo los cauces abandonados, los médanos y las depresiones intermedanosas, a los que se agregan como característicos en el área, los fondos lacustres del sistema de lagunas y bañados y las salinas y barreales. Esta región siempre ha sido el receptáculo de los sedimentos más finos –limos, arenas y arcillas- aportados por los ríos cordilleranos y por los wadis de las bajadas de los piedemontes locales (Precordillera y Sierras de San Luis). Se ha delimitado en el mapa una pequeña unidad correspondiente a las lomas limo-arcillosas del braquianticlinal del Borbollón, muy disectadas en forma de bad-lands.

Durante el interglacial y el posglacial la zona lacunar alcanzó su máxima extensión (Pascual y Bondesio, 1981 citado por Rodríguez y Barton, op.cit.), quedando reducidas en la actualidad a relictos localizados en la periferia de la cuenca. El sistema se inicia por el norte con las lagunas del Rosario Guanacache, alimentadas por el río San Juan y en menor medida el Mendoza, conformando en el límite entre Mendoza, San Juan y San Luis un extenso ambiente lótico, los "bañados de San Miguel", definiéndose más al sur, ya sobre el curso del Desaguadero las lagunas de Silverio, Las Quijadas y La Esquina, en proceso de desecación por la activación de la erosión retrocedente de este curso. Sobre las planicies vecinas se ubican restos del antiguo sistema lacunar, con fondos lacustres playos, con mantos de arenas y limos oxidados, arenas sueltas y médanos vivos, salinas y salitrales.

Un ambiente semejante se extiende en el centro-sur de la planicie, donde los ríos Diamante y Atuel y Salado, previo a la definición de sus cursos actuales, elaboraron antes de desembocar en el Desaguadero, un extenso corredor –que excede los límites provinciales- donde las grandes masas de agua provenientes de deshielos generaron los bañados del atuel, acabadamente descriptos en épocas históricas (Prieto y Abraham, 1997).

Llanura Fluvio eólica posglacial: ocupa la mayor extensión del área oriental. A pesar de su alta homogeneidad, se puede diferenciar, por un gradiente climático y de vegetación, dos subunidades principales, con límites transicionales, prácticamente inexistentes sobre el terreno.

1.De la Travesía propiamente dicha, con médanos vivos y paleocauces y 2. De transición hacia la Chaco-pampeana, o "sanrafelina" suavemente ondulada, con médanos fijos.

Las geoformas dominantes son producto de los distintos agentes de transporte y sedimentación de los depósitos modernos o recientes, todos holocenos y de textura fina. La dinámica eólica ha formado importantes cadenas de médanos, algunas de las cuales alcanzan dimensiones considerables –más de 20 m- cuando se extienden flanqueando los antiguos cursos. Con direcciones dominantes O-E en la parte central y NO-SE en la oriental, forman en el centro de la llanura verdaderos ergs. Son frecuentes los "médanos vivos", que avanzan rápidamente por destrucción de la vegetación natural. El bosque abierto de Prosopis, que en otras épocas cubría grandes extensiones, se conserva hoy solamente en las regiones más inaccesibles. Entre las cadenas de médanos, se desarrollan en las partes bajas cuencas sin desagüe, de superficies planas y extensión variable. Estas depresiones intermedanosas, cuando adquieren mayores dimensiones, se denominan localmente "ramblones". Este nombre hace alusión a la horizontalidad casi perfecta que adquiere el fondo de sedimentos finos por la acción de las violentas lluvias estivales. Tenemos en este sector de la llanura los polos de aridez del territorio provincial (80mm en "El Retamo").

Los cauces de los ríos que atraviesan la llanura están secos debido a su utilización para la irrigación del área cultivada. En la actualidad esta inmensa llanura carece por completo de aguas corrientes. A pesar de ello, es la variación de la red hidrográfica la que imprime la dinámica de esta unidad. Los inmensos lechos secos que surcan la llanura son índice d ella cantidad de agua que transportaron antes de su captación para uso agrícola en el pasado reciente y de los deshielos inter y posglaciales en tiempos geológicos. Los escasos caudales actuales de los principales ríos alóctonos, no tienen relación con las dimensiones de sus paleocauces en las llanuras.

Casi sin solución de continuidad, al sur de los derrames del río Tunuyán, con mayores condiciones de humedad, comienzan a aparecer los médanos semifijos por vegetación. Sólo en la porción central y sur de la llanura la actividad ganadera (cría de bovinos) se vuelve más rentable. En este sector se inscribe una subunidad menor: la "Playa de Ñacuñán", que se caracteriza por sus suelos limo-arenosos y profundos, en la bajada de las cerrilladas pedemontanas y huayquerías.

La Llanura austral o sanrafaelina, ha sido rellenada por los ríos Diamante y Atuel. Se presenta como una planicie levemente ondulada, de inclinación mal definida. Se adosa por el oeste al piedemonte del Macizo de San Rafael, a través de una bajada suavemente inclinada, formada por la coalescencia de varios abanicos aluviales muy extendidos. En este sector, la erosión fluvial compite con la acumulación eólica y la deflación que, alternativamente, forman medanales y cuencas de deflación. Según Polanski (1963), es una red hidrográfica joven, paralizada en su desarrollo normal por falta de aguas permanentes, sequías y rellenamiento contínuo. La red hidrográfica nació en condiciones más húmedas y sobrevive apenas en la actualidad gracias a las periódicas crecientes que limpian y mantienen los canales de drenaje.

Entre Las Malvinas y Soitué aparece una bien definida área medanosa antigua: los "Médanos de Picardo" –de principios del Holoceno-, fijados por la vegetación. Por el sur aparecen dos alineamientos de pequeños volcanes paralelos, adelantando el ambiente de la Payunia. Por el oriente, esta inmensa llanura se conecta, como un espacio de transición hacia la llanura chaco-pampeana, con elementos fitogeográficos del Monte y del Espinal. Los bosque xerófilos de la llanura austral están sometidos a frecuentes y devastadores incendios.

Desde el punto de vista fitogeográfico, las llanuras están ocupadas por el monte. La más importante formación es el algarrobal. Este es un bosque abierto de Prosopis, con un estrato arbustivo de Larrea divaricata (jarilla) y Atriplex lampa (zampa) y un estrato herbáceo. El bosque se mantiene gracias a la presencia de una freática cercana a la superficie. Estos bosques han sido devastados para la producción de leña, carbón y postes para las viñas de Mendoza. Gracias a la presencia de esta freática se mantienen también los puestos, mediante la construcción de pozos balde, represas y aguadas o jagüeles.

 

PROCESOS DOMINANTES

 

Interesa destacar los procesos morfodinámicos y morfogenéticos que están modelando las estructuras. Por una parte los que están más influenciados por factores exógenos (climáticos): erosión hídrica, eólica, escurrimiento, geocriogénesis (acción del hielo) y los que están determinados por factores endógenos (tectónica, vulcanismo). Estos últimos determinan riesgos naturales tan importantes como el riesgo sísmico y volcánico, mientras que los primeros son relevantes en los riesgos de degradación de suelos y desertificación. Por razones de legibilidad, en el mapa no se han marcado los procesos morfogenéticos y morfodinámicos, y se optó por vincularlos a las geoformas principales a través de las referencias.

 

Procesos endógenos

 

La Geomorfología Neotectónica es una especialidad relativamente moderna. En general se define como la rama de la ciencia geomorfológica que estudia las formas generadas a partir de procesos relacionados a la tectónica moderna o Neotectónica y su impresión en el relieve. El análisis de estas geoformas particulares permite definir el estado actual de los depósitos y estructuras en el terreno, y realizar inferencias respecto a las relaciones existentes entre las mismas y sismos producidos en épocas históricas. Estos estudios relacionan la acción de los agentes erosivos con la antigüedad de las fallas y sus movimientos.

La necesidad de este tipo de trabajos en geomorfología neotectónica surge (en el caso de nuestro país en particular) por existir un déficit de datos sismológicos por falta de estaciones, y un corto intervalo de registros sísmicos. Por lo tanto un análisis de paleosismología es el único medio de determinar los movimientos de las fallas activas, alargando el período de observaciones históricas e instrumental.

Los trabajos realizados en la provincia de Mendoza se dirigieron primero a obtener un registro histórico de los sismos destructivos y luego mediante análisis de geomorfología tectónica, localizar las evidencias de fallamiento activo para tiempos cuaternarios. Se trató de asignar a cada fuente un sismo potencial basándose en parámetros morfológicos del frente de escarpa, paleosismología y registro histórico. Estas múltiples aproximaciones al sismo probable de ocurrir se completan con una evaluación sismotectónica regional. Cisneros (1992) y Bastías et al (1993).

Los aportes de la geomorfología tectónica permiten obtener las evidencias del fallamiento activo de la región para tiempos cuaternarios; si éstos estudios se complementan con datos históricos se obtiene un registro de los sismos destructivos. En la faja de los 300 km., al este del eje andino, han ocurrido gran número de terremotos históricos que han ocasionado grandes pérdidas humanas y económicas. Estos estudios permiten asegurar que la posibilidad de ocurrencia de sismos destructivos en Mendoza es alta, por lo que el riesgo sísmico debe ser considerado como variable importante en los procesos de ordenamiento territorial.

Otro dato importante aportado por la estructura es el riesgo volcánico. La peligrosidad de los volcanes se evalúa mediante el estudio de la actividad eruptiva pasada, según tipo y frecuencia de las erupciones, características de los productos emitidos (lava, cenizas, nubes ardientes, gases ), antigüedad del depósito y área de dispersión de los mismos. Según Sruoga et al. (1993) el riesgo volcánico es la probabilidad de que un fenómeno volcánico natural produzca daños. Se tiene en cuenta para esta evaluación el posible efecto perjudicial de un fenómeno de naturaleza volcánica sobre una población y su ambiente. El objetivo de este tipo de estudios se basa en determinar y luego reducir la vulnerabilidad que tiene una población y su medio ambiente ante el riesgo volcánico, aumentando su grado de prevención y preparación para enfrentar dicho riesgo.

En Argentina, a diferencia de Chile, la mayoría de los volcanes activos se emplazan en la Cordillera de Los Andes o su cercanías; en Mendoza, muy alejado de los grandes centros poblados. Sin embargo es necesario considerar no sólo los efectos de una posible erupción en el entorno inmediato del volcán, sino la amplificación de estos efectos a ambientes más lejanos cuando se ven amenazados cursos de agua o glaciares, o cuando la existencia de importantes masas de detritos en los faldeos puede generar todo tipo de procesos de remoción en masa como deslizamientos, aludes y avalanchas que podrían colmatar los valles, modificar el relieve y cambiar la red de drenaje. En relación con la influencia de los efectos volcánicos en ambientes alejados es importante considerar tarnbién la dispersión de las cenizas. En el caso de la erupción del Quizapu ,el 10 de abril de 1932, la nube de cenizas se desplazó sobre Argentina llegando a Río de Janeiro y las costas de Africa; en esa erupción el volumen total de cenizas arrojadas ha sido calculado en 9,5 Hm3 (HILDRETH y DRAKE (1992), citados por SRUOGA et al (1993). La misma autora señala la peligrosidad de los grandes aparatos volcánicos de Mendoza que superan la linea de nieve y sostienen grandes glaciares, lo que sumado a las acumulaciones nivales anuales, representan un factor de alto riesgo, dado que un incremento de temperatura en el aparato volcánico es suficiente para provocar la fusión del hielo y desencadenar la formación de lahares, flujos de detritos que pueden tener efectos devastadores por su gran capacidad de transporte, velocidad y alcance de centenares de kilómetros. El caso del Nevado del Ruiz, en Colombia, es el más evidente. Vemos entonces que un fenómeno geomorfológico merece ser considerado cuidadosamente para cualquier estudio ambiental.

Tanto el riesgo sísmico como el volcánico son fenómenos de orden natural que afectan todo el territorio provincial pero que no debieran ser considerados como catástrofes inevitables e imposibles de manejar.

 

Procesos exógenos

 

La erosión es la pérdida de suelo bajo la acción de agentes erosivos: la lluvia, el viento y, en las zonas montañosas, la nieve y el hielo. Si bien el principal agente erosivo es el agua, el proceso registra particularidades según sea la geoforma afectada.

En la cordillera, sobre los 4000 m s.n.m., se localiza la región de congelamiento permanente del suelo (permafrost). Allí, asociados a la acción glacial, nival y de criofracturación, así como a la permanente acción fluvial, coexisten las morenas, los valles en "U" y detritos de faldeo producidos por procesos de remoción en masa (deslizamientos, caída de rocas, flujos de barro, etc.), aludes y avalanchas que, en última instancia, incrementan la carga aluvial. Estos fenómenos determinan limitantes para la ocupación intensiva del suelo en la zona montañosa. Bajo los 4000 m s.n.m. se produce congelamiento estacional del suelo que dificulta el mantenimiento de las fundaciones de edificios, las redes de infraestructura, la conducción y tratamiento de los efluentes líquidos y el mantenimiento de las vías de circulación. Por ejemplo, en el tramo de alta montaña del Corredor Andino, estos factores caracterizan la fragilidad ambiental que condiciona las posibilidades de ocupación de este territorio.

Espizua et al. (1993) establece zonas de riesgo de remoción en masa en el valle superior del Río Mendoza determinando distintos niveles de riesgo en función de: condiciones necesarias para que se produzca el evento (características topográficas, estructurales, litológicas, climáticas y presencia de eventos anteriores en el área), magnitud del impacto (tipo de fenómeno y dimensiones e infraestructura propensa a ser dañada.

En las planicies pedemontanas el factor de erosión es la Iluvia que se potencia con la pendiente y la alta deleznabilidad de los materiales superficiales. El régimen de precipitaciones pluviales, con concentración estival, genera lluvias de alta intensidad concentradas en periodos muy breves y sectores reducidos de las cuencas. Esto genera gran cantidad de energía cinética y alta intensidad de erosión hídrica en sus diversas manifestaciones: laminar, lineal o en surcos. Tan importantes como la erosión hídrica, son los procesos de acumulación hídrica, que acompañan cambios en el comportamiento de las redes fluviales, sobre todo en los tramos de llanura. Justamente en este ambiente cobran importancia los procesos de deflación y acumulación eólica, responsables de las cadenas de médanos y cuencas de deflación.

Un proceso particular del ambiente de la Cordillera Principal y descripto por primera vez para Mendoza, es el relacionado con el karst. La disolución de calizas y yesos, tanto en superficie como en el sustrato ha esculpido un típico modelado kárstico en el centro y sur de la Cordillera. Aunque aparentemente se trata de paleoformas, la nieve y el elevado tenor de rocío de la región contribuyen a mantener frescas dolinas, simas, uvalas y poljes, estas últimas sumamente importantes para el desarrollo de pasturas que son aprovechadas por la ganadería de altura durante las veranadas (Abraham y Duffar, inéd)

 

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